GERARDO, EL NIÑO MAESTRO
Hoy reflexionaba sobre la escucha y la voz interior, y de inmediato me vino la figura arquetípica del MAESTRO del Círculo Kawsay.
Los niños MAESTRO son empáticos, observan y acompañan a otras personas, poniéndose en sus zapatos, no se sumergen en la tristeza o el problema del otro, más bien facilitan una palabra o reflexión para que ese otro ser pueda ser consciente de lo que le está ocurriendo y evalue su proceso.
Por eso para los niños MAESTRO el sentido del OÍDO es el sentido por excelencia. En este caso hago la salvedad que cuando hablamos de este sentido, diferenciamos "el oído del sonido" y el "oído verbal o de la palabra", que estaría más fortalecido en el arquetipo del Talismán.
El "oído del sonido", es a través del cual podemos interiorizar el mundo externo, los ojos nos muestran lo superficial del mundo y el oído nos abre un camino, profundiza el mundo hacia nuestro interior. Soltamos lo superficial y nos vamos a la profundidad de las cosas, metiéndonos en la materia. Lo maravilloso de esta parte del sentido del oído es lo que borra, nosotros no escuchamos cada nota por separado, sino que asociamos los espacios, los silencios entre ellas, y escuchamos la melodía completa. Por eso los sonidos tienen más que ver con nuestro espíritu, y el mundo de las niñas y niños MAESTRO, está relacionado con la comprensión de aquello que no tiene forma, sin embargo pueden percibir dónde comienzan y terminan las cosas y los seres, incluso perciben de la misma manera cuestiones temporales. Lo abstracto del tiempo es para ellos algo apasionante y a la vez simple.
El acto de escuchar es OIR (acto fisiológico) + INTERPRETAR (involucra el espíritu y el pensamiento). Escuchar demanda compasión, generosidad, ética y fidelidad; cuando NO escucho hay una decisión personal, es bastante común apreciar comunicaciones donde no se escucha, pues ambas partes producen monólogos, es una especie de "diálogo de sordos", pues ninguno compromete generosidad, empatía y compasión en la escucha. No se interactúa.
A continuación les dejo la historia de Gerardo, un niño MAESTRO que abrazó de una forma particular aquello que anhelaba...
GERARDO Y EL MAR
Gerardo se fue de vacaciones con sus abuelos y su tío Alberto a Mar
del Plata.
Nunca había ido al mar; él y su familia vivían en la provincia de Tucumán:
verdes frondosos, abundancia de calor y color, mosquitos con dientes y
documento de identidad, y atardeceres selváticos maravillosos.
Pero de mar… nada.
El tío prometió que irían todos los días, aunque los abuelos se
quedaran a dormir la siesta… sólo si llovía, buscarían otro programa.
Y como si un duende pícaro lo hubiera escuchado, sonó un trueno que les
retumbó en el corazón y cayó la primera gota de un chaparrón que se extendió
los diez días que duraron las vacaciones.
La abuela recordó que en un viaje de su juventud había ido a una linda
biblioteca, llena de libros hermosos con unos sillones muy cómodos y donde te
daban galletitas si te quedabas quietito leyendo, sin hacer ruido.
Gerardo levantó sus ojos mirando al cielo y pensó que nada podía
empeorar, hasta que el tío Alberto dijo que él la recordaba. Después del
desayuno, los cuatro fueron juntos a aquel santuario de libros.
Al entrar, una señora joven y regordeta de caderas anchas como el mismo mar, los atendió. La abuela pidió “uno finito y de letra
grande”, porque tenía pocos días para leerlo… aclaró. Tío Alberto dijo que él sólo iba para acompañar
y cuando Gerardo estaba a punto de pedir el suyo, la abuela sugirió:
-
para él,
MOBY DICK.
“¡¡¿Moby Dick?!!... no era suficiente con la lluvia?!!”.
La bibliotecaria gordita, sabia y mágica, dijo que Moby Dick, se lo habían llevado más temprano,
dispensándole a Gerardo una miradita cómplice y preguntándole, qué otro
prefería.
-
uno de
terror o suspenso con muertos de verdad – dijo Gerardo sabiendo que no se iría
con nada menos que eso.
-
Mmmmmm… -
dijo la bibliotecaria gordita y sabia –
creo que el único que tengo no es para tu edad y es un libro para leer sólo
aquí.
Gerardo pensó que “ese” era el único libro que necesitaba y que era
capaz de encerrarse en la biblioteca todas las vacaciones, aunque el mar
estuviera a cuatro cuadras, tentándolo con su “solo estar”…
Al día siguiente con una autorización firmada por tío Alberto, Gerardo
fue a pasar la tarde a la biblioteca.
La bibliotecaria preguntó si necesitaba compañía o si se quedaría solo
a leer ese libro, y Gerardo intentando ser educado, le dijo que él ya era
grande, si no sus papás no lo hubieran dejado ir al mar.
Ella abrió la puerta y el olor al agua de mar le invadió todos los
sentidos. Descubrió en un segundo que
no necesitaba tocarlo, para sentir el
mar. Una inmensa ventana que daba
directo a la playa se desplegaba ante él, y junto a ella, una mesa y una silla
lo invitaron a entrar.
Gerardo se acercó sin dejar de mirar la inmensidad salada; y allí lo
esperaba su libro: MOBY DICK.
La bibliotecaria, lo miró fijo a los ojos, y le dijo:
-
es una
versión para adultos y tiene muertos de verdad.
Te dejo solo para que descubras donde empieza y termina el mar.
m a r i a f e r n a n d a g u t i e r r e z



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